La Maldita de la Llorona del Cenote Negro

En el corazón de la península de Yucatán, envuelto por la espesura de la selva, se encuentra el Cenote Negro, un abismo natural que las leyendas describen como un portal entre el mundo de los vivos y los muertos. Los antiguos mayas realizaban sacrificios en este lugar, y decían que las almas de los ofrendados quedaban atrapadas en sus profundidades. Pero de todas las historias que circulaban, ninguna era tan aterradora como la de Xtabay, conocida como "La Maldita".

En el corazón de la península de Yucatán, envuelto por la espesura de la selva, se encuentra el Cenote Negro, un abismo natural que las leyendas describen como un portal entre el mundo de los vivos y los muertos. Los antiguos mayas realizaban sacrificios en este lugar, y decían que las almas de los ofrendados quedaban atrapadas en sus profundidades. Pero de todas las historias que circulaban, ninguna era tan aterradora como la de Xtabay, conocida como “La Maldita”.

El origen del horror

Hace más de dos siglos, Xtabay era una joven de extraordinaria belleza. Su piel era pálida como el alabastro, sus ojos grandes y oscuros, con un brillo que hechizaba a quienes la miraban. Su cabello largo y negro parecía fluir como un río de tinta, y su voz era tan dulce que quienes la escuchaban quedaban perdidos en sus palabras. Aunque muchos hombres del pueblo la deseaban, Xtabay solo amaba a Kanan, un campesino humilde y bondadoso que prometió desposarla.

Sin embargo, Don Aurelio, un hacendado cruel y avaricioso, decidió que Xtabay sería suya, sin importar las consecuencias. Cuando ella rechazó sus avances, Don Aurelio juró vengarse. Ordenó capturar a Kanan y, como muestra de su poder, lo hizo arrojar vivo al Cenote Negro. Xtabay, al enterarse, corrió al cenote, pero solo encontró el chal de Kanan flotando en la superficie. Llena de desesperación y rabia, juró que no descansaría hasta reunirse con él. Esa noche, bajo la luz de la luna, se sumergió en las aguas oscuras, llevándose su dolor y maldiciones consigo.

El renacer de la maldad

Cuando los aldeanos comenzaron a escuchar lamentos en las noches, no tardaron en vincularlos con Xtabay. Pero lo que inicialmente eran llantos tristes pronto se convirtieron en carcajadas aterradoras. Se decía que la joven había cambiado: ya no era la dulce mujer que todos recordaban, sino una entidad vengativa, sedienta de sufrimiento.

Aquellos que afirmaban haberla visto describían una figura espectral vestida con un traje blanco rasgado, flotando entre la niebla que se alzaba del cenote. Su piel, antes tersa, ahora era grisácea y cubierta de grietas. Sus ojos, dos vacíos oscuros, parecían absorber la luz, y su boca, al abrirse, mostraba dientes largos y afilados, como los de un depredador. Sus dedos eran huesudos y terminaban en garras negras, que usaba para desgarrar a sus víctimas.

La maldad de Xtabay

Xtabay no solo acecha a los curiosos que se acercan al cenote; ella llama a sus víctimas. Susurra sus nombres en el viento o imita las voces de seres queridos perdidos, atrayéndolos al borde del abismo. Cuando alguien sucumbe y mira al agua, su reflejo se transforma en una imagen macabra de su propia muerte. Si intentan huir, las raíces de los árboles se enredan en sus pies, y de las sombras emerge Xtabay, quien los toma con sus garras y los arrastra al agua.

Pero lo más aterrador no es la muerte física. Se dice que las almas de sus víctimas quedan atrapadas en el cenote, condenadas a repetir su último grito de horror una y otra vez. Xtabay se alimenta de ese dolor eterno, fortaleciéndose con cada nueva vida que toma.

El último intento de Mateo

Una noche, un joven llamado Mateo, famoso por su incredulidad hacia las leyendas, decidió demostrar que no había nada de cierto en la historia de Xtabay. Armado con una linterna y un machete, caminó hasta el Cenote Negro durante una noche de luna llena. Al llegar, el aire era denso y pesado, como si la selva misma contuviera el aliento.

Mateo gritó: “¡Xtabay, si existes, muéstrate! ¡No te tengo miedo!” El eco de su voz se apagó, y el silencio que siguió fue tan absoluto que Mateo sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Entonces, el agua comenzó a moverse, formando remolinos oscuros, y de ellos emergió la figura de Xtabay.

Su rostro, aunque hermoso en un principio, se transformó rápidamente en una máscara de horror. Sus ojos vacíos lo observaron con un odio palpable, y de su boca escaparon palabras en un idioma antiguo y desconocido. Mateo intentó correr, pero una mano fría como el mármol se cerró sobre su tobillo. Gritó, luchó, pero fue inútil. Xtabay lo arrastró al agua, y su linterna se apagó al sumergirse.

A la mañana siguiente, los aldeanos encontraron las pertenencias de Mateo junto al cenote, pero no su cuerpo. Desde ese día, sus lamentos se mezclaron con los de las otras almas atrapadas, y la leyenda de Xtabay se volvió aún más temida.

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