Dicen que, en las noches frías y neblinosas de los suburbios de Japón, una mujer camina sola por las calles, envuelta en un abrigo largo y con una mascarilla cubriendo su rostro. Se acerca silenciosamente a quienes caminan solos, especialmente niños o jóvenes distraídos. Entonces pregunta con una voz suave, casi dulce:
—¿Soy bonita?
Si respondes que sí, se quita lentamente la mascarilla, revelando una sonrisa espantosa que le corta el rostro de oreja a oreja, como si alguien le hubiera desgarrado la cara con una cuchilla.
—¿Y ahora?
Si dices que no, te mata con unas tijeras largas y oxidadas que guarda bajo su abrigo. Si dices que sí… también puede matarte, o en el mejor de los casos, te hace lo mismo que a ella: te corta la cara para que seas “tan hermoso como ella”.
La leyenda cuenta que en vida fue la esposa de un samurái celoso, quien la castigó por haberlo engañado, desfigurándole el rostro antes de matarla. Desde entonces, su espíritu vengativo deambula buscando validación… o venganza.
Muchos dicen haberla visto en estaciones de tren, en callejones vacíos o incluso en caminos rurales. Los ancianos recomiendan confundirla con respuestas ambiguas como: “estás bien como eres”, o lanzarle dulces para escapar mientras se distrae.
Pero cuidado… si escuchas una voz femenina en la niebla preguntando si es bonita, no mires atrás. Corre. Porque si la ves a los ojos… ya es demasiado tarde.