La Maldición del Espejo Negro

Se decía que el espejo había sido un regalo de bodas para Clara Montenegro, la hija de un acaudalado terrateniente. Clara era conocida por su belleza, pero también por su arrogancia. Despreciaba a quienes consideraba inferiores y no dudaba en humillar a quienes osaran cruzarse en su camino. El espejo, hecho de obsidiana pulida, fue traído desde tierras lejanas como símbolo de su vanidad.

En un pueblo olvidado por el tiempo llamado Valle Sombrío, existía una vieja mansión conocida como la Casa de los Lirios. Abandonada durante décadas, la mansión era un lugar que los niños evitaban y los ancianos mencionaban en susurros. En el salón principal, entre muebles cubiertos de polvo y telas de araña, había un enorme espejo negro, que según la leyenda, estaba maldito.

El origen del espejo

Se decía que el espejo había sido un regalo de bodas para Clara Montenegro, la hija de un acaudalado terrateniente. Clara era conocida por su belleza, pero también por su arrogancia. Despreciaba a quienes consideraba inferiores y no dudaba en humillar a quienes osaran cruzarse en su camino. El espejo, hecho de obsidiana pulida, fue traído desde tierras lejanas como símbolo de su vanidad.

Sin embargo, el día de su boda, algo terrible ocurrió. En medio del banquete, Clara miró su reflejo en el espejo y, según los invitados, comenzó a gritar con desesperación. Nadie pudo entender qué había visto, pero Clara juró que el espejo le mostró algo más allá de su reflejo: una versión de sí misma envejecida, desfigurada y rodeada de sombras.

Esa misma noche, Clara desapareció. Su familia la buscó durante semanas, pero todo lo que encontraron fue un rastro de ceniza frente al espejo. Desde entonces, la mansión fue abandonada, y quienes osaban entrar decían que el espejo susurraba cosas aterradoras al oído.

Los intrusos curiosos

Años después, un grupo de adolescentes del pueblo decidió explorar la mansión como parte de un reto nocturno. Armados con linternas y nervios de acero, se adentraron en la casa en una fría noche de otoño. Entre risas nerviosas y bromas, llegaron al salón principal, donde el espejo negro los esperaba, imponente en su marco dorado.

—No entiendo por qué la gente tiene tanto miedo de esto —dijo Daniel, el líder del grupo, mientras encendía una vela frente al espejo.

A medida que los chicos se reunían frente al objeto, comenzaron a notar algo extraño. Sus reflejos no se movían al mismo tiempo que ellos. Al principio, lo atribuyeron al efecto de la luz, pero pronto sus reflejos comenzaron a sonreír, incluso cuando ellos no lo hacían.

Una de las chicas, Elena, retrocedió aterrada.

—¡Vámonos! Esto no está bien.

Pero Daniel, desafiante, tocó el espejo. En cuanto lo hizo, la vela se apagó y la habitación quedó en completa oscuridad. Fue entonces cuando comenzaron los susurros. Voces apenas audibles llenaron el salón, murmurando nombres y secretos que nadie más debería conocer.

Cuando lograron encender nuevamente la linterna, Daniel había desaparecido. En el espejo, sin embargo, pudieron verlo atrapado al otro lado, golpeando desesperadamente el cristal mientras algo oscuro y amorfo se deslizaba hacia él.

El espejo reclama más

Los chicos huyeron de la mansión, pero la maldición del espejo no terminó allí. Cada uno comenzó a experimentar pesadillas en las que veían su reflejo en lugares imposibles: en el agua de un vaso, en las ventanas de sus casas, incluso en los ojos de otras personas. En esos reflejos, siempre aparecía una sombra detrás de ellos, más cerca con cada sueño.

Uno por uno, los adolescentes desaparecieron. Sus familias encontraban solo un rastro de ceniza en sus camas o en los lugares donde fueron vistos por última vez. Los pocos sobrevivientes del grupo intentaron destruir el espejo, pero era imposible acercarse a él sin sentir un frío glacial que paralizaba el cuerpo.

El destino del Valle Sombrío

Con el tiempo, más personas desaparecieron en el pueblo, y los rumores sobre el espejo se extendieron a las aldeas cercanas. Los lugareños comenzaron a temer que la maldición no estuviera confinada a la mansión. Algunos afirmaban que el espejo tenía la capacidad de “viajar” a través de otros espejos.

La superstición creció al punto que los habitantes de Valle Sombrío cubrieron todos los espejos en sus casas o los destruyeron por completo. Sin embargo, esto no detuvo la maldición. En noches de luna llena, se decía que una figura podía verse caminando entre las sombras del pueblo, portando un fragmento del espejo maldito.

Un viajero que pasó por Valle Sombrío dejó escrito en su diario una advertencia final:

—Si alguna vez te encuentras con un espejo que no refleja lo que debería, no te acerques. No lo toques. Y sobre todo, nunca mires demasiado tiempo, pues podrías no ser capaz de mirar hacia otro lado.

La advertencia eterna

Se dice que el espejo negro todavía está en la Casa de los Lirios, esperando a su próxima víctima. Pero cuidado, porque quizás no esté tan lejos como piensas. Tal vez, incluso ahora, mientras lees estas palabras, hay un espejo cerca de ti que guarda un secreto. ¿Te atreves a mirar?

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