Nadie sabe exactamente dónde están esas montañas malditas. Solo se dice que al pie de ellas, donde el fuego del infierno se filtra por grietas en la tierra, el aire quema y susurra cosas que no deberían oírse.
Matías, un explorador urbano obsesionado con lo oculto, encontró un viejo mapa entre los restos de una iglesia abandonada. Marcaba un lugar al que los lugareños llamaban “El Abismo de las Voces”.
Una noche, guiado por la locura y el deseo de probar que el infierno sí existe, llegó hasta esas montañas. Grabó su camino, tomó fotos, dejó mensajes… pero en la última grabación solo se escucha su respiración agitada, un susurro que no es suyo, y después, el eco de su grito desapareciendo entre llamas.
Nunca volvió.
Pero lo más extraño ocurrió semanas después: su cuenta de Facebook volvió a activarse. Publicó una foto…
Era él, parado frente al abismo ardiente.
Con una sonrisa que no era suya.
